En una
alimentación equilibrada, los alimentos de origen animal como la carne, el
pescado, los huevos, y los productos lácteos desempeñan un papel esencial.
Proporcionan proteínas de alto valor biológico, lo que significa que contienen
todos los aminoácidos que nuestro cuerpo necesita, así como otros nutrientes
vitales que no se encuentran en los alimentos vegetales, como la vitamina B12,
o que son menos disponibles para nuestro cuerpo, como el hierro, el zinc o el
calcio.
Sin
embargo, es importante reconocer que la producción de alimentos de origen
animal tiene un impacto ambiental mucho mayor en comparación con los alimentos
de origen vegetal. Los sistemas de ganado para la producción de carne y lácteos
afectan significativamente la calidad del aire, la tierra, el suelo, el agua y
la biodiversidad. Las prácticas pesqueras también plantean preocupaciones, ya
que la sobrepesca y los métodos no sostenibles han resultado en que el 90% de
las poblaciones de peces del mundo estén sobreexplotadas.
Desde
el punto de vista de la salud, las dietas altas en carnes rojas y procesadas se
han asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes
cerebrovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Esto se puede
atribuir al tipo de grasas que se encuentran en estas carnes, junto con los
altos niveles de sal, grasas saturadas y colesterol que a menudo están
presentes en las carnes procesadas.
Consumir
alimentos de origen animal en cantidades apropiadas como parte de una dieta
variada y equilibrada, donde los alimentos de origen vegetal tengan prioridad,
ayuda a alcanzar los requisitos nutricionales que nuestro cuerpo necesita. Las
guías nutricionales ofrecen recomendaciones sobre las cantidades y la
frecuencia de consumo que se deben considerar para mantener la salud sin
contribuir a la degradación ambiental. Siguiendo estas pautas, podemos asegurar
que nuestra alimentación sea saludable y consciente del medio ambiente.
Consejos
prácticos para las familias: 
- Educar sobre porciones: Las
porciones adecuadas pueden prevenir el consumo excesivo de proteínas animales,
lo cual es común cuando no se controlan las porciones. Una porción estándar de
carne debe ser del tamaño de una baraja de cartas o de la palma de la mano.
Esto también dejará espacio en el plato para una variedad de otros grupos
alimenticios esenciales, contribuyendo a una comida equilibrada.
- Diversificar las fuentes de proteína:
Incorporar una variedad de proteínas amplía el espectro de nutrientes. Las
legumbres no solo son ricas en proteínas sino también en fibra y hierro, que
son cruciales para los cuerpos en crecimiento. Los frutos secos y semillas
añaden grasas esenciales y pueden ser un fácil refrigerio o complemento para
ensaladas.
- Elegir calidad:
Seleccionar proteínas animales de mayor calidad puede hacer una diferencia
significativa en tu alimentación. La carne de vacuno alimentada con pasto, por
ejemplo, tiende a tener más ácidos grasos omega-3 y antioxidantes que la carne
de vacuno alimentada con cereales. Las opciones ecológicas generalmente
aseguran que no se han utilizado antibióticos ni hormonas de crecimiento, lo
cual puede ser una preocupación con el ganado criado de manera convencional.
- Cocinar saludablemente: La
forma en que se cocina la comida puede impactar tanto en su contenido
nutricional como el alimento en sí. Asar, hornear o cocinar al vapor la carne
preserva más nutrientes y reduce la adición de grasas no saludables, a
diferencia de freír.